LA ANIMACIÓN EN
LA COMUNIDAD
PRIMERA
PAREJA: ACTIVIDAD / ACCIÓN
CASO
1: en un centro de animación de barrio se ha llevado a cabo para sus asociados
una actividad denominada “arcilla”, bajo la dirección de un animador interno.
Este taller funciona una vez por semana, y agrupa únicamente a adultos de los
que la mitad no pertenecen al barrio, que van allí para iniciarse en un trabajo
y en un aprendizaje muy individualizado. La técnica manual es aquí lo principal
para un público de funcionarios y directivos de rango medio que, por otro lado,
no participan, o muy poco, en la vida del centro.
CASO
2: un centro de animación periférico, solicitan la creación de una actividad
“taller de pintura” y aprovechan la oportunidad de disponer a su lado de un
centro para minusválidos tetrapléjico, donde un adulto que desde hace tiempo que está allí practica la pintura. Esta persona se
convertirá en el animador del grupo y técnico, iniciando a los miembros en las
acuarelas, oleos…
El
primer caso procede de lo que podemos denominar actividades artísticas
ocupacionales, es decir, actividades de tipo individualizado que se convierten
en fines por ellas mismas (es el caso de muchos animadores deportivos) la
estructura ofrece servicios y pone en funcionamiento a veces una política de
marketing para captar a varios tipos de clientes.
Traction
Avant Compagnie promueve una compañía de break dance con espectáculos, talleres
y estancias de formación, porque “el baile ayuda a limar las frustraciones”.
¿Debemos
rechazar este tipo de iniciativas? En absoluto. Tiene la ventaja de proponer
perspectivas de futuro a grupos de jóvenes que se encuentran en la frontera de
la marginalidad y de la delincuencia, favoreciendo su socialización y su
integración en un espacio social y cultural. Pero, ¿Cuántas de esas actividades
promovidas en las antesalas de los medios de comunicación local o nacional
perduran más allá de la espectacularidad del momento? ¿Cuántas de ellas no
sucumbirán a la propaganda para mayor beneficio de políticos o del
Estado-espectáculo? En este juego, los jóvenes de los que estamos hablando
tienen poco peso en la vida de cada día, y al contrario, todos los
“colaboradores” (estado, representantes políticos) intentan situarse en primera
fila cuando las barriadas se convierten en un centro mediático.
Se
ve en ello la marca de un culturalismo del estado, orientado por las elites
hacia lo espectacular, tanto más atractivo para estos jóvenes cuanto que tiene
la esperanza de conseguir elevadas ganancias y excelentes condiciones de
trabajo y en absoluto rutinarias. Las políticas culturales dirigidas a los jóvenes
de las barriadas acentúan el fenómenos, ya que estas políticas se desprenden
más de la democratización cultural que de una democracia cultural capaz de
producir sentido por el juego de la creación y el arte.
¿Promoción
a través de las actividades culturales o institucionalización de la
precariedad?
El
alcance cultural de las políticas sociales en las barriadas no se puede
desdeñar, ya sea a través del teatro, la danza, la música, la imagen, pero al
mismo tiempo hay que desconfiar de los
castillos en el aire que no tienen futuro.
En
lo que concierne a las actividades deportivas, los interrogantes son de la
misma naturaleza: ¿por qué motivo hay que llevar a un joven – conocido en el
barrio por haber sido protagonista de varios episodios de violencia- a un ring
de boxeo? (se podría pensar que con ello se canaliza su agresividad al
enseñarle a golpear donde más duele). Un animador y educador escribe que se
trata de un centro de trabajo contra la exclusión social. La acción educativa
se encuentra en la evolución del joven y la práctica del deporte no es solo la
actividad física, sino que se convierte en una “estructura de sentido”.
Otro
ejemplo que muestra los limites de esta perspectiva. Se celebró una semana de
animación con el título “rap en los barrios”. El objetivo era, por un lado,
hacer accesible este tipo de manifestaciones a jóvenes que normalmente están
excluidos de ellos, bajando los precios y, por otro, desencasillar a la gente, a
las barriadas de la periferia e incluso a la música. Nuestra ambición es
facilitar el encuentro de los públicos y los estilos de música: jazz, rap,
clásica, rock…
Para
transformar una actividad de este tipo en acción portadora de sentido, ¿acaso
no sería más creíble que, en lugar de pretender acercar a los públicos del rap
y del jazz, se intentara situar el rap en una perspectiva histórica y social,
buscando sus orígenes en el blues, el rock…? Ello tendría el interés de hacer
comprender a estos jóvenes que su situación de dificultad no es ni mayor ni
menor que la de otros grupos de población en otros lugares y en otros tiempos,
y asimismo, se trivializan las relaciones de quienes lo realizan.
Es
cierto que el alcance y el número de actividades relacionadas con una técnica
en particular en los ámbitos como los viajes, el turismo, la ecología, la
informática, el bricolaje, la música… no paran de aumentar. (Hay quien piensa
que habría que animarlo todo).
Los
usuarios van cambiando progresivamente hasta el punto de ser principalmente
clientela. Se observa un dinamismo en el mercado de empleo en materia de
creación de puesto de trabajo de los animadores especializados, ello es una
señal inequívoca de la mercantilización de este sector de actividad.
La
competencia del sector privado lucrativo cada vez se hace más fuerte y las
actividades de lo no comercial se dirigen hacia lo comercial.
Las
actividades de prestación de servicios sufren la competencia del sector
comercial del ocio y reclaman a los animadores una especialización técnica cada
vez mayor, lo que implica el abandono de la intención educativa y su
transformación progresiva en “recreologias” a la americana.
Se
analiza la diferencia de lógica entre lo sociocultural y lo cultural por el
hecho de que lo primero se fundamenta prioritariamente en referencias
político-sociales, mientras que lo segundo hace referencia a las medias
mediante los cuales hay que hacer acceder a los individuos a las obras y a los
artistas. Búsqueda de expresividad por un lado, producción, difusión y
democratización de la cultura y aprendizaje de la estética por el otro.
Roturier
afirmaba que “no necesitamos animadores generalistas” sino profesionales
capaces de hacer integrar en las estructuras culturales, sociales y de la
educación para los públicos afectados, las obras y los sentidos de la creación
artística.
Sin
duda, las actividades descritas no se dirigen a los mismos públicos, peros son
el resultado de una lógica común: el desarrollo de las actividades de tiempo
libre.
Según
el nivel de tiempo libre, de ingresos, de educación y de sistema de valores,
este estudio considera tres tipos de actividades de tiempo libre: de prestigio;
del tiempo de vivir y de supervivencia. La modalidad de uso de este tiempo
libre para el nivel superior o para el desempleado no son equivalentes.
Otra
prueba de la evolución hacia las actividades comerciales nos la proporciona los
folletos publicitarios de las organizaciones. De esta manera, se roza la
disolución completa de la finalidad educativa, en provecho de una actividad que
se justifica por sí misma.
El
objetivo social consiste en permitir a los más desfavorecidos el acceso al
ocio, pero se convierte en algo prácticamente imposible, ya que estas
actividades son caras.
Es
posible contrastar, en esta evolución, un proceso de aculturación que favorece
la simple actividad de entretenimiento sobre la acción educativa, la lógica de
gestión de servicios en detrimento de una lógica de acción social.
Una
encuesta sobre los profesionales de la animación indica que los animadores a tiempo completos escogen,
para describir sus contenidos de trabajo, estos términos en el siguiente orden:
organizar, comunicar, dirigir, negociar y luego producir. ¿Acaso esto significa
que este tipo de prácticas escapan a la exigencia de la competencia? En
absoluto, pero se acercan más al ámbito de la responsabilidad (administrativa,
financiera y humana) en el establecimiento de acciones que a una
especialización técnica alrededor de una actividad específica.
En
el caso de la actividad, el interés personal es lo dominante para el
participante; en el caso de la acción, otras motivaciones son más perceptibles,
la investigación de reconocimiento, el prestigio, el deseo de prestar un
servicio, la solidaridad: puede haber producción de sentido.
Las
acciones tienen en cuenta esencialmente los lazos de cada individuo con los
diferentes grupos a los que pertenece y a las instituciones del campo en el que
ejerce la actividad, según el ejemplo del segundo caso, partiendo de la
existencia en un territorio determinado de un centro para minusválidos y de un
centro de animación.
A
través de la acción, la animación es una práctica social voluntaria salpicada
de actividades. Es aquí donde la noción de acción global adquiere su
sentido, al producir la animación
comunicación social, salvando las distancias, la gestión en los lugares de
producción, que exige más una combinación de conocimiento por parte del
animador que una especialización en los contenidos de formación.
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