Jacobs, Jane. (2011): Muerte y vida de las grandes ciudades. Madrid, Editorial Capitán Swing.

3 comentarios:

  1. “Muerte y vida de las grandes ciudades” Jane Jacobs.
    Jane Jacobs publicó este libro en 1961, dando lugar a una obra que ha sido definida como atemporal, ya que los problemas y amenazas que esta observaba en la dispersión territorial, en la segmentación de usos, en la primacía del vehículo privado, en la destrucción de barrios para la “modernización” de la ciudad, en la inseguridad derivada de los usos segregados siguen siendo, a día de hoy, similares.
    En este libro Jane Jacobs realiza una crítica al modelo de ciudad, anteriormente mencionado, el cual se ha demostrado que resulta ineficaz tanto a nivel social, medioambiental, económico y simbólico. Este modelo es difundido especialmente por países como Estados Unidos e Inglaterra, y tiene presencia actualmente en España.
    Como alternativa a este modelo, la autora defiende un tipo de vida urbana que garantice a las personas ciertas capacidades y elecciones. Además, considera que hay unos ciertos elementos esenciales que se deben encontrar en la vida en la ciudad, entre ellos destaca la seguridad y la intimidad (a día de hoy estos han desaparecido en nuestras ciudades, ya que el anonimato que antes concedían las ciudades proporcionaba una libertad, sin embargo actualmente es común encontrarnos con cámaras en los espacios públicos y una fuerte presencia policial para “vigilar”, la seguridad se logra mediante el miedo y la coacción). Contrariamente, Jane Jacobs defiende un modelo de seguridad basado en la confianza en el vecindario, en el conocimiento mutuo, donde la existencia de espacios de socialización y encuentro ayuden a la creación de vínculos entre las personas (ya que el civismo o respeto mutuo y el sentimiento de comunidad no se generan entre la población a golpe de normativa sino a través de la creación de estos espacios).
    En definitiva, se trata de crear espacios públicos en los que la gente se sienta cómoda y sienta estos espacios como algo propio, no como algo que no pertenece a nadie, posibilitando el contacto entre los ciudadanos. Entre estos espacios públicos la autora especialmente reivindica acabar con la supremacía de los coches y dar una mayor importancia a las calles como lugares de relación, para que las calles realmente cumplan esta función es necesario la existencia de un fuerte tejido comercial (que garantiza el dinamismo de las vías públicas).
    Por otro lado, hay que mencionar que Jane Jacobs es crítica con dos de los paradigmas que han contribuido a modelar las ciudades con suburbios residenciales. Jane Jacobs arremete por un lado contra la simplificación de las calles, transformándolas en vías limpias sin obstáculos ni vida, la calle monofuncional pierde su sentido de ser; contra la desaparición del espacio público y además defiende la mixticidad de usos de estos, ya que la mixticidad social ayuda a evitar problemas urbanos como la segregación y la inseguridad. La autora también es crítica con el modelo tradicional de planificación, diseñado desde arriba y sin tener en cuenta las diferentes realidades que vive la población, que constriñe y reprime la vida de las personas, y pauta donde y cuando se debe hacer cada actividad. La autora defiende una planificación basada en la experiencia, en la experiencia cotidiana de las personas, que les capacita para decidir qué tipo de espacio urbano quieren y necesitan. La experiencia de la ciudad desde las diversidades, utilizando la planificación para incorporar la variedad y no para crear falsas homogeneidades.

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  2. Las aceras.
    Usos de las aceras: contacto.
    En primer lugar, lo importante de la vida social de las aceras de una aglomeración urbana es justamente que son públicas, reúnen a gente que no se relaciona de una forma íntima y privada y que, en la mayoría de los casos, no pretende llegar a hacerlo. Las ciudades están llenas de gentes con las que es útil y divertido establecer un determinado grado de contacto. Otro elemento necesario en las aceras es la confianza, que en una calle se hace con el tiempo a partir de muchos y muy ligeros contactos públicos en sus aceras, en cuanto a estos contactos la mayoría son triviales, pero su suma no lo son en absoluto, ya que dan lugar a un sentimiento de identidad pública en las personas, a una red de respeto público y de confianza, y un recurso en los momentos de necesidad personal o vecinal, provocando la ausencia de esta confianza es un desastre para las calles de una ciudad. Las calles impersonales hacen gente anónima.
    Otro aspecto importante y muy preciado en la capital es la intimidad, ya que en la ciudad, a diferencia de en los asentamientos pequeños, solo sabrán sobre tus asuntos aquellos a los que elijas contárselos. Con relación a esto ha que decir, que una vecindad en armonía logra un milagroso equilibrio entre la decisión de sus moradores de conservar su intimidad y su simultaneo deseo de establecer diversos grados de contacto, esparcimiento y ayuda con los vecinos, este equilibrio se compone principalmente de infinidad de pequeños detalles administrados con sensibilidad, practicados y aceptados tan espontáneamente que habitualmente se pasan por alto. Mantener la línea entre el mundo urbano público y el mundo de la intimidad es posible gracias a la gran cantidad de oportunidades para un contacto público en los establecimientos de la aceras o en las aceras mismas y por la presencia de muchos anfitriones públicos, propietarios de lugares de reunión donde cualquiera es libre de entrar o salir, sin compromiso. En este sistema es posible llegar a conocer a todas las personas de una vecindad sin relaciones indeseadas, sin aburrimiento, sin explicaciones… La cercanía resulta destructiva en las ciudades ya que la obligación de compartir demasiadas cosas distancia a la gente.
    Por otro lado, la estructura social de las aceras depende, al menos parcialmente, de lo que podríamos llamar personajes públicos autodesignados. Un personaje público es cualquier persona que mantenga un contacto frecuente con un amplio círculo de personas y lo suficientemente interesado como para convertirse en personaje público, los personajes públicos básicos son por lo general tenderos, mesoneros o semejantes. Estos son muy importantes para la transmisión de la palabra, pero no solo se limitan a enterarse de las noticias y difundirlas después al detalle, sino que también ponen en contacto a unos con otros y así difunden palabra al por mayor.
    En conclusión, construir y reconstruir grandes capitales con aceras inseguras y cuyos moradores solo tienen la alternativa de compartir mucho o nada, puede hacer muchísimo más difícil a las ciudades la tarea de eliminar la discriminación, ya que eliminar la discriminación residencial resulta aún mucho más difícil si la gente se siente insegura en sus aceras, vaya por donde vaya. Por muy modestos, casuales y dispersos que parezcan, los contactos en las aceras son la calderilla a partir de la que crece la riqueza en la vida pública de una ciudad.

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  3. Usos de las aceras: incorporación de los niños.
    En la vida real, ¿qué cambio significativo ocurre cuando se traslada a los niños de la calle animada y concurrida de una ciudad a los parques de rigor o a los habituales terrenos de recreo públicos o privados? En la mayoría de los casos, el cambio más significativo que acontece es el siguiente: que los niños han sido trasladados de un lugar con una importante proporción de ojos adultos vigilantes a un lugar en el que esa proporción de ojos adultos es muy pequeña y a veces nula. Las aceras infrautilizadas no están sometidas a una vigilancia mínima necesaria para la educación de los niños y los terrenos de juego y parques próximos a esas calles son aún menos saludables.
    Hay que mencionar, que se observa un bajo índice de delincuencia en aquellos lugares donde hay una buena vigilancia comunitaria que se ejerce sobre los niños, que juegan donde más potente es la comunidad, en las aceras. Los urbanistas de la Ciudad Jardín, con su profundo odio a la calle, pensaron que la solución para expulsar a los niños de las calles y de la sana vigilancia era construir enclaves interiores para ellos en el centro de las supermanzanas de casas. El error de este esquema consiste en olvidar que ningún niño mínimamente inquieto y emprendedor quiere permanecer en lugares tan aburridos a partir de los seis años de edad, estos mundos protegidos y cercanos solo son adecuados (y se usan en la vida real) para los tres o cuatro primeros años de la vida de un niño.
    Por otro lado, un aspecto negativo de la crianza de los niños de las ciudades es el factor de la protección. La protección de los niños de sus propias tonterías, de los adultos proclives al mal y los unos frente a los otros. Las aceras son lugares en los que los niños pueden conformar sus nociones del mundo real esto muy pocas veces ocurre en los terrenos de juego.
    Además es importante mencionar, que los espacios y las instalaciones no crían a los niños, pueden ser complementos útiles, pero solo las personas educan a los niños y los integran en la ciudad civilizada, y el lugar en el que mayor afluencia de personas encontramos son las aceras mientras que en los parques es menor y el encargado de la vigilancia es una persona contratada. En la vida real los niños solo pueden aprender de la vida en común de los adultos en las aceras de la ciudad el principio fundamental de una buena vida urbana: todo el mundo ha de aceptar un canon de responsabilidad pública mínima y recíproca, aun en el caso de que nada en principio les una. Esta lección se aprende de la experiencia, al comprobar que otras personas, con las cuales nos une un particular vinculo, amistad o responsabilidad formal, aceptan y practican contigo un mínimo de responsabilidad pública.
    Otro aspecto, es que la mayor parte de los arquitectos, urbanistas y diseñadores son hombres y curiosamente diseñan y proyectan para excluir a los hombres de la vida cotidiana y normal donde la gente vive. Los centros de trabajo y de comercio han de entremezclarse sabiamente con los residenciales si queremos que los hombres estén próximos a los niños en la vida cotidiana. Ya que la oportunidad de jugar y desarrollarse en un mundo compuesto de hombres y mujeres es posible y habitual para los niños que juegan en aceras animadas.
    Para finalizar, hay que decir que normalmente se sacrifica la anchura de las aceras para el tráfico de vehículos, en parte porque, se considera que las solo son espacios destinados al paso de transeúntes y el acceso a los edificios, y no se las considera y respeta como lo que realmente son: únicos e insustituibles órganos de seguridad ciudadana, vida pública y educación de los niños.

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