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¿ES POSIBLE UNA NUEVA CIUDAD?


En relación a este texto, especialmente con la importancia que la autora deposita en las funciones que cumplen las ciudades (ella se centra particularmente en las aceras) y la necesidad de que estas se reconstruyan con la finalidad de evitar la segregación y la anomía en las ciudades, me parece interesante exponer una iniciativa que, aunque a nivel más global (centrándose en la ciudad), pone en práctica aspectos que se exponen en el texto.

Ciudad Educadora, una manera de aprender a vivir juntos...

“El concepto de Ciudad Educadora acoge e interrelaciona procesos educativos formales, no formales e informales. La ciudad educativa es un entramado de instituciones y lugares educativos. Los nudos más estables y obvios de esta trama están constituidos por las instituciones formales de educación (escuelas, universidades, etc.). Pero coexisten con ellas, por un lado, todo el conjunto de intervenciones educativas no formales (organizadas a partir de objetivos explícitos de formación o enseñanza pero fuera del sistema de la enseñanza reglada: educación en el tiempo libre, auto-escuelas, etc.), y, por otro lado, el difuso y penetrante conjunto de vivencias educativos informales (espectáculos, publicidad, relaciones de amistad, etc., etc.). Quizás el medio urbano sea precisamente el mejor ejemplo de las constantes interacciones entre estos modos de educación.” *

*TRILLA BERNET Jaume: Introducción al Documento “La Ciudad Educadora”. Ayuntamiento de Barcelona. I Congreso
Internacional de Ciudades Educadoras. 1990. Pág.13


Establecer la convivencia pacífica en este espacio que todavía llamamos “Ciudad”, es uno de los grandes desafíos que nos plantea el nuevo milenio. Dentro de cada una de las megalópolis o grandes y medias urbes contemporáneas nos resulta difícil tener idea de dónde éstas comienzan y dónde terminan, o en qué lugar preciso nos hallamos. En general, la población posee una vaga experiencia de la ciudad como conjunto, ni siquiera de partes de ella, el simulacro de la totalidad solo puede obtenerse de los helicópteros que dirigen el tránsito.

Pareciera ser que la ruta que transitamos cotidianamente determina nuestro conocimiento de la ciudad, o peor aún, la rutina de nuestros movimientos hace que dejemos de conocer hasta por dónde transitamos día a día. Cada grupo de personas recorre apenas sólo pequeños sectores de estos inmensos conglomerados, para desarrollar sus tareas habituales. Es por esto que se pierde la experiencia de lo urbano, debilitándose los lazos de solidaridad y la idea de pertenencia.

También observamos que de los barrios hoy, ya no se sale al centro, ya que no existe un único centro, aquel lugar geográfico delimitado conformado por monumentos, o por cruces de calles y ciertas avenidas, teatros, cines, restaurantes, confiterías, peatonales, etc. Ya casi no nos movemos de una punta a la otra de la ciudad. Los barrios ricos por su parte, han establecidos sus propios centros, quizás más limpios, más ordenados, o mejor vigilados, cambiando el concepto de espacio público e impidiendo un intercambio más democrático. Podríamos decir entonces que la gente actualmente pertenece más a los barrios urbanos o a los barrios “audiovisuales”, ya que perciben la ciudad en forma mediatizada.

Todo ello lleva a una mutabilidad de los valores formales y significativos del entorno construido, o sea del marco de vida del ciudadano corriente. Por lo cual se produce la perdida de significados de las formas urbanas y por lo tanto una incapacidad para sentir la ciudad como un bien colectivo al cual se está vinculado por obligación a la par que derechos individuales. De este modo la representación, como concepto fundamental de la democracia moderna, ya no está referido a una nación o clase, sino que se descentra y se construye en referencia a un territorio y espacio que se extiende.

En este marco surge el proyecto educativo de la red de Ciudades Educadoras, el cual ha sido concebido como instrumento generador de un proceso de participación ciudadana que posibilite la creación de consenso sobre prioridades educativas y la asunción de responsabilidades colectivas en materia de educación, ya que entiende  la participación como base de la convivencia democrática.

Pensamos que para lograr el desarrollo y crecimiento individual y colectivo, la educación debe ser un instrumento básico. La formación es posible desde muchos ámbitos de la vida cotidiana, puesto que las personas aprenden y se educan en el transcurso de toda su vida, por ello la ciudad puede pasar de ser un simple escenario de la acción educativa para convertirse en agente educador. Debemos dejar entonces de considerar las diferentes formas de educación y aprendizaje como independientes las unas de las otras, y articular la complementariedad de los ámbitos y momentos de la educación.

Aprender la ciudad o sea tomar a ésta como objeto de aprendizaje, consiste en organizar y dar profundidad al conocimiento informal que de ella se adquiere espontáneamente y ayudar a descubrir las relaciones y la estructura o estructuras que a menudo no aparecen directamente perceptibles. Se trata de aprender a leer la ciudad, aprender que es un sistema dinámico en continua evolución, para ello es necesario sobrepasar la parcela de la ciudad que constituye el hábitat concreto de cada cual. También significa aprender a leerla críticamente, a utilizarla y a participar en su construcción. Porque al decir nuestra ciudad nuestro barrio estamos invocando la identidad la propiedad del lugar la pertenencia. Es saberlos propios es asumir la gestión de resolver o encaminar las demandas, las propias del barrio y las de sus articulaciones con el resto de la ciudad. Para sumar mejores condiciones al ambiente urbano, es pertinente la plena participación de sus habitantes. Todo ciudadano es un interlocutor válido en la toma de decisiones sobre la ciudad, dado que nadie mejor que él puede detenerse a resaltar sus virtudes y sus carencias. No obstante cada ciudadano debe ser también y sobre todo participante activo en el hecho de detenerse a repensar la ciudad, apropiándose de lo que le pertenece, de lo que es suyo, sin discusiones y en especial con el objetivo de sumar voluntades en la defensa de su hábitat.

En la actualidad, las redes de ciudades han experimentado un enorme auge de consolidación, como una estrategia casi obligatoria para la mayoría de las ciudades grandes y medianas. La participación en redes se ha convertido en una herramienta vital para la inserción de las ciudades en el entorno internacional.

También me parece interesante profundizar en el concepto de ciudad educadora que el profesor Trilla Bernet, el cual viene estudiando con profundidad la capacidad educadora de la ciudad, expone. En primer lugar, subraya que esta noción no puede abarcarse en una definición univoca, ya que se trata de una idea genérica abierta, productiva e integradora que incorpora contenidos descriptivos y simultáneamente otros desiderativos, proyectivos y aun utópicos con diversas significaciones. Destaca, como más relevantes, algunas significaciones que nos abren vías de penetración en este concepto, muy sugerentes y validas como base de programas de acción concretos; identifica tres dimensiones claras en el análisis de esa relación medio urbano y educación:
·         La ciudad como contexto, como entorno contenedor de educación (aprender en la ciudad).
·         La ciudad como agente, fuente educativa, emisor de estímulos y mensajes (aprender de la ciudad).
·         La ciudad como contenido educativo, objeto de conocimiento (aprender la ciudad)
Realmente son distinciones que tienen un valor metodológico, y que se manifiestan de modo simultáneo y complementario.
La ciudad como contenedor de estructuras y acontecimientos culturales, engloba espacios, actividades varias con potencial educativo, desde instituciones docentes a centros cívicos, programas diversos, museos, teatros, música, espacios de ocio y deporte, acciones de educación familiar, etc., que configuran todo un conjunto más o menos armónico o contradictorio, siempre plural y cargado de estímulos; los escenarios escolares, los de educación no formal y los de una educación difusa se entremezclan e integran de algún modo ; esa densidad de elementos culturales exige sin duda cierto grado de concentración, de complementariedad y sobre todo de políticas compensatoria, que no pueden olvidarse, orientadas a los sectores más desfavorecidos.
La ciudad, en su dimensión generadora d formación y socialización, nos brinda oportunidades múltiples de convivencia, elementos de progreso, de encuentro, mensajes diferentes y expresión de valores plurales; y también genera de hecho, agresividad, marginación y exclusión.
Refiriéndonos a la tercera consideración nos detendríamos en la necesidad de un conocimiento de ella mejor y menos fragmentado; conocerla a través de un sentimiento de pertenecía y de que la ciudad nos pertenece, fomentado así una actitud participativa de responsabilidad y solidaria.
Relacionado con todo lo anterior también interesante mencionar la existencia de La Asociación Internacional de Ciudades Educadoras.

Un buen número de ciudades Europas y americanas, urgidas por el reto de hacer  de la ciudad, en sus diversas facetas y dimensión, una aliada de la mejor educación ciudadana, promueven en 1990 el movimiento de Ciudades Educadoras que celebra ese mismo año el primer congreso en Barcelona, en el que aprueban su Carta fundacional.
La noción de ciudad educadora, desarrollada en la Carta, pretende hacer a las ciudades adheridas más conscientes de que, en cuanto tales, poseen virtualidades, recursos y medios propios del entorno urbano que pueden ser estímulos para el aprendizaje y la formación, fuentes de educación no formal que enriquecen y complementan el proceso educativo desde distintas perspectivas, aportando conocimiento y ofreciendo valores. Transmite la idea de imprimir una intencionalidad educadora a las distintas políticas locales.
Se suman a este movimiento inicial otras ciudades del mundo, y en 1994 nace ya como tal la “Asociación Internacional d Ciudades Educadoras (AICE)”, a raíz del segundo Congreso  en Bolonia, con el fin de coordinar actuaciones, contrastar ofertas, favorecer intercambios y promover iniciativas comunes.
Es en 1995 cuando, en el seno de la AICE se forman en distintos países, entre ellos España, redes nacionales de ciudades educadoras que mantienen encuentros anuales en los que se presentan y debaten los proyectos y actuaciones que llevan a cabo.
Es sin duda esta Asociación una plataforma de estímulo que alimenta significados y valores compartidos y da cuerpo a esa noción aparentemente imprecisa de “ciudad educadora”.
Este es el enlace oficial a la página web de ciudades educadoras: http://w10.bcn.es/APPS/eduportal/pubPortadaAc.do

Los dos enlaces siguientes están relacionados con un proyecto que tiene por nombre “el proyecto sonidero” y que se lleva a cabo en México con la finalidad de hacer un poco más de todos las calles de la ciudad, no vamos a profundizar más ya el primer enlace es un acceso al proyecto directamente, en el cual aparece que es el proyecto, que se hace en él y quienes lo hacen. Y el segundo enlace podéis encontrar información acerca de un libro que han publicado desde este proyecto, además de observar videos y fotografías de las actividades llevadas a cabo desde el proyecto:

El siguiente enlace nos traslada a la página oficial del Ayuntamiento de Talavera de la Reina, y concretamente a su apartado denominado urbanismo, desde el cual se puede acceder a todo aquello que se encuentra relacionado con el urbanismo, eso sí entendido este como la manera en que se deben realizar las construcciones en Talavera:


Pequeño comercio y vitalidad urbana en Zaragoza. La ciudad contra la anti-ciudad

Mario de Gaviria Fobian
David Baringo
Olsen & Baringo Consulting, SL
baringo@net-way.net
Revista Catalana de Sociología, 14 (2001), p. 185-190

1. La ciudad

La Zaragoza de finales del siglo XX es una ciudad densa, animada, con marcha. Su población empadronada sobrepasa los 600.000 habitantes. Los días laborables tiene unos 200.000 cityusers adicionales. Es el principal núcleo de población en 300 kilómetros a la redonda.
2. Su movilidad

En Zaragoza hay 292 vehículos por cada 1.000 habitantes (un 75 % de los hogares dispone de coche o de moto), una cifra considerable en comparación con otras ciudades del Estado. Sin embargo, según la última encuesta de movilidad, el 70 % de los desplazamientos dentro de la ciudad se hacen andando o en autobús. Buena parte de este éxito (ecológico, de justicia social) se debe a su rápido, eficiente y económico sistema de transporte público basado en sus 280 autobuses. La movilidad es un derecho, incluso para los más débiles. El billete de autobús barato y las abundantes líneas ayudan a hacer la ciudad un poco más justa.

3. El problema: pequeño comercio versus gran superficie comercial

La presente comunicación nace del trabajo desarrollado durante los últimos años por los autores (Mario Gaviria Fobian y David Baringo) en diversos proyectos de investigación-acción y acción-investigación relacionados con el pequeño comercio y la vitalidad urbana de la ciudad de Zaragoza. Siempre bajo el patrocinio moral y económico de la Federación de Empresarios de Comercio de Zaragoza y la Fundación Ecología y Desarrollo.

El trabajo comienza con la demanda de la asociación que agrupa a la mayoría de los pequeños comerciantes zaragozanos de proponer una estrategia de futuro para hacer frente a la implantación de grandes superficies comerciales. En poco más de diez años se han instalado seis nuevas grandes superficies comerciales en los alrededores del núcleo urbano. Buena parte del sector comercial tradicional ha notado desde entonces un considerable descenso de su nivel medio de ventas, que ha acelerado el proceso de reconversión que vivía el sector desde hacía años.

4. La solución propuesta: el paso progresivo de calle de comercio tradicional hacia el centro comercial abierto.

En este tiempo se ha trabajo en la progresiva introducción del concepto y de los parámetros del centro comercial abierto. Se parte de la idea que el comerciante deberá procurar que su comercio sea bueno, bonito y barato no sólo puertas adentro. Aunque el precio, la calidad y la atención al cliente continúan siendo clave, ya no es suficiente. La escena urbana deberá ser planificada y gestionada bajo el asesoramiento de las asociaciones de comerciantes de calle que deberán preocuparse de que sea un espacio agradable, cómodo, bonito y seguro. Revalorizar la calle como un atractivo comercial más, siempre en continuo contacto con el Ayuntamiento, las juntas de distrito y la asociación de vecinos de la zona comercial.

El comerciante, el tendero de la esquina, tiene una esencial función social que debe ser protegida y alentada: hacen la calle más segura con su vigilancia constante sobre lo que pasa, hacen la calle más humana con su trato cara a cara con los clientes, hacen la calle más solidaria al fiarte cuando no te llega el dinero de la compra, hacen la calle más bonita y ecológica porque nos permiten hacer la compra sin tener que tomar el automóvil privado. En definitiva, una ciudad con mucho y diverso pequeño comercio hace de ella un lugar acogedor, seguro, divertido, que invita al paseo. Hace la ciudad más habitable.

En la ciudad sin calles, sin aceras, donde predomina el vehículo privado, sin bajos comerciales en los edificios y por lo tanto sin pequeño comercio tradicional, la ciudad muere. Es la anti-ciudad, la negación de lo urbano. La calle comercial se transforma en las grandes superficies comerciales: simulacros de calles comerciales con tejado, climatizadas, con hilo musical, etcétera. Un paso más hacia la McDonalización de la sociedad.


En conclusión, se trata de una reivindicación que los comerciantes de Zaragoza están haciendo, apoyándose en la propuesta de Jane Jacobs, y para la cual se están iniciando propuestas, esto es algo que cada vez ocurre más en nuestras ciudades. Ya que cada vez la población es más individualistas y buscan lugares en los que no precisen mucho contacto cercano con los demás, por lo que acuden a los grandes centros comerciales donde hay una elevada cantidad de dependientes/as y de clientes, y donde se presenta la posibilidad de no tener que establecer ningún tipo de vínculo. En consecuencia, la vida de las calles y de la mayoría de sus pequeños comercios están desapareciendo.

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